Me llamo Agustín San Martín Movellán. Nací una fría mañana de 1986 en Santander. Mientras mi madre ingresaba en la Residencia Cantabria, España lo hacía en en la hoy conocida como Unión Europea. Mientras yo abandonaba la bolsa de aguas, la bolsa de Nueva York se resentía. Y mientras en EEUU descubrían una nueva fuerza física, llegaba yo al mundo con tremendo físico. ¿Casualidad? Evidentemente.
Portada de El País del 9 de enero de 1986: el día que empezó todo |
Lo que es una auténtica casualidad es que Placido Domingo declarara que era un romántico. Su visión del romanticismo entonces le está pasando factura hoy en día. Facturas desde ese año con IVA.
Tuve una infancia feliz. A pesar de que mi familia era más modesta que la familia Kim de Parásitos, nunca me faltó de nada. Es más, lo que necesitase me lo ofrecían a lo grande, por muchos sacrificios que les costase a mis padres. Como el día aquel que hacía de Pin Pon en el cole y necesitaba un peine para la representación. Yo no llevé un peine de bolsillo como el de Danny Zuko, no. Ni siquiera uno como el que usaba Kevin McCallister a modo de micrófono. NO. Yo casi llevo el Peine del Viento de Chillida. Mi padre me construyó un peine de madera que de una pasada peinaba a todos los niños de mi cole (el Sagrado Corazón de Los Corrales de Buelna por aquél entonces). Para lo que sirvió...Mi madre me hizo unos zapatos de cartón que nada más empezar la obra se me fueron a la puta y una señora del público consiguió remendarlos para la estrofa que decía "Pin Pon dame la mano con un fuerte apretón/Que quiero ser tu amigo/Pin Pon, Pin Pon, Pin Pon". Para el final, vaya. Ahí mi carrera como actor comenzó su debacle.
En ese colegio triunfé bastante con las chicas. Gracias a un método infalible: los conjuntos. Aquellas hojas de papel tan coloridas y repletas de unicornios, princesas y cosas cuquis que se intercambiaban en el recreo las niñas me hicieron pensar, sobre todo al descubrir que mi prima tenía a montones. Me regaló unos cuantos y al día siguiente salí al patio por la puerta grande. Había captado su atención. Las tenía en el bote. Pero como en la interpretación, ese cole fue mi tumba como ligón. Pues al cambiarnos de ciudad, mi conexión con las féminas se esfumó. En Santander siempre ha sido muy difícil ligar. Y yo lo descubrí muy pronto. Fue en el colegio Cervantes, que hoy en día está cerrado. Bueno, hoy en día. Poco tardó en cerrar. Empecé en segundo de primaria con el curso ya comenzado y cuando acabé tercero el colegio cerró por el riesgo de derrumbe del edificio. Era un colegio sin patio. Pero donde me lo pasé muy bien. Allí fue donde continué con el kárate, afición que había descubierto en Los Corrales con Justo. Aunque en el gimnasio de Antonio Gonzlez Machín poco kárate hice, pues mi profe Norberto Ortíz me tenía más tiempo castigado que aprendiendo katas. Hice más abdominales en aquellas clases que el resto de mi vida.
Un día que bajamos al gimnasio en horas de clase, me torcí el tobillo. Como me costaba andar, salí el último, ayudado por mi profe Rosa. Todos los demás niños ya habían subido a clase cuando al salir por la puerta vimos pasar un convoy escoltando un coche. ¡Era el rey! Vi a Juancar. Entonces aun no se le conocía ningún elefante matao, ni que hubiera regalado millones de euros (por aquella época aun pesetas) a ninguna pituli. Yo creo que me hice republicano justamente ese día, pues cada vez que me tuerzo el tobillo me acuerdo del rey. La monarquía me duele.
En aquella acera también vi un ovni. Yo y todo el corro que se formó alrededor. Un extraño objeto se movía ligeramente en el cielo. Resultó ser un globo sonda, un globo meteorológico. Años después tuve la suerte de, en una visita al centro meteorológico de Santander, lanzar uno. Casi me lleva. Y es que a la mínima que puedo hago el tonto (bueno, antes mucho más, ahora estoy 'un pelín' amargado) y en ese instante me pareció buena idea hacer que salía volando. Mis compañeros se descojonaron. No tanto mi profe de geografía: Óscar (antes conocido como Mario Bros. fontanero de profesión y rescata princesas por devoción). Es que era igual. Pero le tengo mucho aprecio. A él y a la palabra atolón. Gracias a los atolones yo aprobé la asignatura.
Volviendo a mis 8-9 años, de ese colegio lo que recuerdo con más cariño es a mi compañero Jose Antonio. Jose Antonio era un chico con síndrome de down que no paraba de hacerme reír. El cabrito sabía que era un público fácil para él y a la mínima decía algo con intención de hacerme reír. No me riñeron poco por su 'culpa'. "Hala Madrid, Valladolid..." me cantaba. Qué grande, me encantaría volver a verlo.
Y lo mejor. Lo putomejor era la hora de la salida. Salíamos a toda prisa al bar de al lado del cole a ver los Power Rangers. Coincidía nuestra hora de salida con la emisión del capítulo, por lo que teníamos que correr mucho para no perdernos la cabecera. Santa enganchada a los Power Rangers tenía yo... Tenía muchísimos muñecos, pero tenía. Hace no tanto los busqué en la buhardilla de casa de mis padres, pero ni rastro de ellos. Ahora valen un pastón.
Continuará
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