Últimamente no tengo ganas de nada. Salgo de trabajar y al llegar a casa, en vez de ponerme con el master o a desarrollar ideas, soy incapaz de concentrarme. Me entretengo con el vuelo de una mosca. Bueno, quien dice el vuelo de una mosca, dice Among Us. Pero antes de instalarme el juego de moda, hace semanas que no logro dedicar el tiempo y ganas que se merece, sobre todo, el master, que me ha costado una pasta. Y eso que tuve un chute de subidón con el comentario de mi profe Pai sobre un ejercicio de guión que me corrigió con un 10, una nota, que según ella, pone muy pocas veces. Pero aun así, tengo la cabeza tan tocada, que no consigo centrarme. Y todo por el trabajo. Trabajar en algo en lo que no estás a gusto no ayuda. Llego a casa con la cabeza como un bombo y lo único que me apetece es dejarla que se deshinche. Y me da rabia que mi curro tenga ese poder de dominación tan exagerado sobre mi. Hasta sueño con el trabajo. Lo peor de todo es que, si estoy haciendo este master para poder buscarme un futuro profesional en un mundo que me apasiona, si mi trabajo actual me impide dedicarle las fuerzas que exige, estoy abocado a no salir de allí. El fracaso sobrevuela mi futuro como un buitre. Estoy jodido.
La semana pasada ha sido chunga en la oficina. He discutido con mi encargado cuando me asignaba aun más tareas. Como si las que realizo actualmente no estuvieran ya lo suficientemente por encima de lo que cobro. Y he acabado diciéndole que no se me valora lo suficiente. Que yo valgo mucho más de lo que se me valora. Pero como quien oye llover. Y me deprimo. Me vengo abajo. Cuando ves que a diario se prima más al vago e incompetente, tus ánimos se desvanecen. Así es imposible llegar a casa motivado.
Como sé que esto no lo va a leer nadie, aprovecho este blog como vía de descarga, como sitio donde vomitar toda mi rabia y desdicha. Aunque para eso quizá sea mejor echar una partidita al Among Us... ¡Voy!
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